Tiempo Absoluto
_Del futuro
Hace poco leía un artículo que intentaba hacer una descripción de un supuesto futuro. 2100 ¿cómo será el mundo dentro de un siglo? de Mar Abad.[1] Como en los escritos predictivos al uso, el texto repasaba una serie de avances en todos los campos de la ciencia que presumiblemente iban a cambiar sustancialmente nuestras vidas. Al contrario que ciertos textos de prospectiva amateur, la articulista hacia el esfuerzo de referenciar por cada avance, los respectivos investigadores que estaban llevando a cabo los ensayos de tal o cual tecnología venidera.
Así por ejemplo, al hablar de la medicina regenerativa, aquella que simplemente va a cambiar un órgano maltrecho por otro sano, creado a partir de células madre propias, y por consiguiente, sin ningún peligro de rechazo, Abad gráficamente pone de ejemplo la charla Anthony Atala, especialista en este campo, que durante una charla en el TED en el 2011, imprimía mientras hablaba un riñón en directo.
De todas los supuestos avances que nos vamos a encontrar en un futuro inmediato, hay algunos que afectan directa y/o indirectamente el quehacer de la arquitectura.
Una primera consideración de consecuencias incalculables es la afirmación, que en este y otros artículos al uso, he leído en ocasiones. La esperanza de vida se puede doblar en tan solo unas décadas. Pensar en ello unos minutos ya dibuja una transformación de profundo calado del mundo tal cómo lo conocemos ahora. ¿cómo alimentarnos? ¿dónde viviremos en un mundo hiperdenso? ¿cómo se aguantará el sistema económico, si vamos previsiblemente a estar más de 30 años jubilados? ¿estamos preparados para trabajar durante 50 o 60 años en vez de los aproximadamente 25 o 30 habituales de media?
Otra de las predicciones para el 2100 la describe el científico Michio Kaku en La Física del Futuro.[2]
El transporte se basará en la energía magnética, y por tanto los vehículos flotarán ahorrando el 90% de la energía que emplean en contrarrestar la fricción. Imaginemos por tanto un territorio sin la necesidad de kilómetros y kilómetros de asfalto, de estacionamientos en altura con vehículos amontonados o de sistemas de transporte masivo que eficientemente conquistan los 3 ejes del espacio.
Por último, se describe la materia programable, es decir, formas directamente ligadas a un algoritmo que dan estabilidad a una forma, un color y una textura específicas. Si se cambia el algoritmo, es decir, si se hace un upload del software asociado a esa materia, las características principales de por ejemplo una mesa, se transforma de manera que se vuelve una cama, o un armario.
Obviamente, todas esa supuestas maravillas de la ciencia pueden llegar o no llegar a ser una realidad en un futuro próximo. Factores determinantes como la velocidad de maduración de la tecnología involucrada, la capacidad de penetración en un mercado saturado de novedades y la confluencia de múltiples factores sociales, culturales o políticos harán que ciertas aplicaciones tecnológicas lleguen a buen puerto, incluso antes de lo que se prevé, y otras, independientemente de su bondad, no llegarán nunca a un público masivo.
En realidad todo este ámbito predictivo puede o no puede llegar a ser una realidad si como apunta el tecnólogo humanista Pedro Mújica hacia el 2045 se producirá la singularidad, el punto en que el progreso tecnológico será tan rápido que trascenderá nuestra capacidad de entendimiento, algo así como una especie de colapso intelectual, donde una gran mayoría de ciudadanos será incapaz de explicar, de imaginar, ni entender, el mundo donde está viviendo, ahogado en un entorno hipertecnológico.
_Del pasado
Nuestra disciplina siempre actúa sobre un lugar y ese lugar nunca es virgen. Se explica por su historia, sus huellas, su cultura, en fin, por lo que solemos llamar de forma general el contexto. Hace ya tiempo que la fascinación por un mundo globalizado y genérico ha quedado atrás. Hoy hacer ciudad, hacer arquitectura y hacer paisaje significa tener la capacidad de leer e interpretar el pasado de un territorio concreto.
Buscar las líneas de fuerza de un lugar como estrategia para que la arquitectura aterrice en un contexto específico, mapificar las múltiples realidades que descansan en un sitio concreto y dar forma a los proyectos a partir de las geometrías emergentes de un territorio, forma parte del utillaje proyectual contemporáneo.
La relación entre arquitectura y lugar tiene su despegue en la década de los años 60, donde la concepción del terreno como terra incognita empieza a cambiar poco a poco. Si hasta entonces el espacio del suelo sólo se definía de forma negativa, es decir, como un volumen negativo vacío entre el edificio y el nivel del suelo, ahora empieza a considerarse como una condición habitable.
Siguiendo las ideas desarrolladas por Andrea e Ilke Ruby,[3] resulta interesante que el precursor de esta evolución fuera, una vez más, Le Corbusier. En sus obras construidas tardías, como el monasterio de La Tourette en Eveux−sur−Arbresle, 1957−1960 y el Carpenter Center for the Visual Arts Cambridge, Massachusetts, 1961−1964, ya se anuncia esta nueva puesta en valor del suelo, pero donde se manifiesta más radicalmente es en su proyecto no construido del Centro de cálculo electrónico para Olivetti en Milán, 1963.
En ese proyecto bajo los cristales flotantes del departamento de investigación, Le Corbusier organiza un impresionante groundscape en varios niveles: las salas de montaje han sido alojadas en la planta baja, pero son accesibles desde arriba a través de una plataforma intermedia que se desplaza desde la calle hacia las cubiertas de las mismas, donde concluye con tres vestíbulos en forma de abanico. Este edificio−plataforma se convierte en una interfaz espacial que permite el desarrollo de un tercer espacio entre los edificios en el terreno y en el aire. Este tercer espacio, concretamente, se convirtió en el centro de la investigación arquitectónica cuando Virilio y Parent fundaron su grupo Architecture Principe en 1963, el año en que Le Corbusier proyectó el edificio para Olivetti.
Virilio y Parent parten de una crítica de las monoculturas representadas por la horizontalidad de la Broadacre City de 1935 de Wright, así como por la verticalidad absolutista del rascacielos americano, pero también critican las utopías metabolistas de Constant, Friedman, Domenig/Huth y otros.
Mientras el moderno distanciamiento del suelo sólo se acentúa con la superposición de nuevas ciudades espaciales sobre la ciudad existente, Virilio y Parent inventan con su función oblicua [4] un módulo conceptual para la producción de una continuidad urbana: en lugar de limitarse a situar una nueva ciudad sobre la existente, cambian la disposición del suelo existente haciendo que la ciudad nueva surja oblicuamente de la anterior.
Esta intención se revela en el proyecto del centro cultural de Charleville de 1966 con más intensidad que en la iglesia construida de Sainte Bernadette en Nevers, 1964−1966.
Se trata de un gigantesco volumen ligeramente inclinado, ubicado en el lecho del río Meuse. A la altura del nivel del agua, el volumen se abre en forma de rendijas para que los botes puedan entrar directamente desde el río al edificio y atracar en los muelles de su interior, los cuales están conectados a su vez a los espacios públicos de la parte superior mediante una rampa en espiral. De acuerdo con la idea de Virilio de la circulación habitable, todas las superficies tienen varios programas. Así, por ejemplo, la cubierta se convierte en una plaza urbana para reuniones informales o en escenario al aire libre, cuyo público puede situarse en las tribunas que hay en el tramo más inclinado de la misma.
Para Parent y Virilio la ventaja decisiva de los planos inclinados reside en esta capacidad para establecer una corriente ininterrumpida entre el interior y el exterior. Esta idea, que apenas tiene repercusiones en la arquitectura francesa, en cambio proporciona impulsos decisivos al debate internacional, cuyas consecuencias arquitectónicas se plasman por vez primera, paradójicamente, en Francia. En 1976, Oscar Niemeyer recibe el encargo del partido comunista francés de construir la nueva sede del comité central. Su proyecto parece continuar desarrollando las ideas de Parent y Virilio, cuya asociación terminó un año después por actitudes diferentes ante la revuelta de los estudiantes en mayo del 68.
Mediante una puesta en escena dotada del suspense de Alfred Hitchcock, Niemeyer confiere al suelo, normalmente continuo de forma indefinida, una forma, una expansión y un lugar concreto. En principio, todo parece girar en torno al panel curvo del edificio principal, visible desde lejos.
Sin embargo, éste tiene un efecto tan potente porque la mayor parte del solar está sin edificar, al menos en superficie. Desde la Place Coloniel Fabien, un camino por una plaza elevada conduce al visitante hacia una cúpula blanca que parece esconder el edificio. Se nos guía hacia él por la derecha hasta que llegamos donde nos imaginamos que está la entrada del edificio. No obstante, no tiene entrada, sino que una abertura en forma de rendija, situada en el pavimento de hormigón de la plaza, dirige al visitante a las profundidades del terreno.
Esta emergencia del pasado en forma de herramienta proyectual, adquiere forma también en los proyectos englobados en el libro Cities of Artificial Excavation[5], sobre el trabajo de Eisenman y anteriormente presentado en el artículo escrito por el propio Eisenman The City of Artificial Excavation [6].
Cities of Artificial Excavation presenta cuatro proyectos representativos donde se muestra la idea de excavación artificial; estos son el diseño urbano para el Este de Cannaregio en Venecia de 1978, las viviendas cercanas al Ckeckpoint Charlie en Berlin de 1980-1981, el University Art Museum de la California State University en Long Beach de 1986 y el Parque de la Villette de París en colaboración con Jaques Derrida.
Eisenman usa operativamente el lugar como genealogía de la complejidad geométrica de sus proyectos, pero para llegar al papel central de la idea de lugar Eisenman previamente ha construido una metodología, un auténtico armazón conceptual para el estudio y el desarrollo de las estructuras formales.
Da la sensación que solamente desde el rigor de sus planteamientos teóricos, desarrollando toda una metodología para extraer de la forma sus esencias, llega Eisenman a la consideración del lugar como origen fundamental de las lógicas formales y teóricas de sus proyectos, es decir, el espacio conceptual donde reside el origen genuino de la geometría es el lugar, el sitio donde la arquitectura se posa.
_De un presente hipertrofiado en un tiempo absoluto
La compatibilidad entre pasado y futuro es a día de hoy uno de los grandes retos de la contemporaneidad. Hacer arquitectura ahora, es hacer arquitectura desde un tiempo donde el pasado es presente y donde la aceleración tecnológica del futuro hace del tiempo venidero una especie de presente continuo. Este doble colapso, del pasado sobre el presente y del futuro sobre un presente, aún más hipertrofiado, conducen la arquitectura hacia una realidad n_dimensional en términos temporales.
Todo es tiempo hipertrofiado en el proyecto de la arquitectura contemporánea, todo es una relación entre tiempos, entre realidades dispares. Más complejo todavía; mientras podemos interpretar tiempos pasados, leer y estudiar un lugar como herramienta proyectual, la mayor paradoja es que el tiempo futuro, que de forma inexorable va a afectar a nuestros edificios, es un espacio de conocimiento que solamente podemos intuir, pero no podemos predecir con seguridad.
Por eso es tan importante aportar al proyecto arquitectónico una especie de dimensión desconocida en forma de decisiones flexibles que permitan a un edificio o a una ciudad poder adaptarse a la tromba de cambios que el futuro parece prometer.
Es decir, no podemos asegurar que tal o cual tecnología funcionará o acabará afectando nuestros proyectos, pero si que podemos avanzarnos a nuevos escenarios dejando abiertos aquellos aspectos de un edificio que lo confinen a una sola función, a un solo comportamiento, a una sola realidad.
Cualquier edificio que se acabe hoy, cualquier plaza, cualquier barrio nuevo, tienen muchas probabilidades de llegar al año 2100. ¿Qué podemos hacer para que no queden totalmente obsoletos al primer giro tecnológico, a la primera transformación de calado que experimente nuestra sociedad?
En nuestro arsenal proyectual, la reflexión, la atención y la toma de decisiones alrededor del concepto de un tiempo absoluto, un tiempo que aúna pasado, presente y futuro, debería ser una opción de referencia.
La imagen del post es de Zed Nelson del proyecto The Family, donde durante 19 años fotografió a las misma familia. http://www.zednelson.com/?TheFamily:thumbnails
[1] ABAD, Mar, Revista Yorokobu, nº47, diciembre 2013, Ed. Brand and Roses, Madrid
[2] KAKU, Michio, La Física del Futuro, Debolsillo, Barcelona, 2012
[3] RUBY, Andrea y RUBY, Ilka, Groundscapes. El reencuentro con el suelo en la arquitectura contemporánea, Gustavo Gili, Barcelona, 2005.
[4] FULLAONDO, Juan Daniel, Claude Parent, Paul Virilio: arquitectos, Alfaguara, Madrid 1968.
Para Virilio, cada época tiene su definición espacial, un sistema de referencias geométricas en el que una sociedad se desarrolla, y que es subyacente a su organización social, sus concepciones filosóficas y religiosas. En un primer momento, esta definición espacial propugnaba un orden urbano horizontal, que posteriormente evolucionó hacia un orden urbano vertical (aquel en el que vivimos ahora), y que ha conducido a una multiplicación vertiginosa de la estructura circulatoria, en oposición a la estructura vivida. Este hecho ha conducido a un progresivo estrangulamiento de las ciudades: la obstaculización de la movilidad al servicio continuo y permanente de los territorios. Virilio propone un cambio de paradigma, un tercer orden urbano basado en el plano oblicuo como modo de elevación y reparto del espacio. Así, la idea de estabilidad y de equilibrio vertical asociada a la arquitectura desaparece, y se desvelan nuevos modos de conquista del espacio. Éste ya no aparece dividido, compartimentado, sino que constituye un elemento continuo cuyas propiedades se definen topológicamente, en forma de transiciones fluidas, borrosas y mutables.
[5] BEDARD, Jean Francoise, Cities of Artificial Excavation: The Work of Peter Eisenman, 1978-1988, Rizzoli International, Nueva York, 1994.
[6] EISENMAN, Peter, “The City of Artificial Excavation” en Architectural Design núm. 53, Enero, 1983.
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