Paseos por el Voladizo

Paseos por el Voladizo

Muy recientemente un extraordinario fotógrafo con el que tengo el privilegio de contar como amigo, Jordi Bernadó, me relató la anécdota que bien podría haber inspirado este texto. El relato, tan elegantemente desmenuzado por Bernadó, contaba el momento en el que una joven escritora pide consejo al poeta y articulista Josep Viçens Foix. Foix le responde generosamente que le va a obsequiar con 6 consejos, a lo que a la agradecida escritora no deja de emocionar.

Primer consejo: lea usted; segundo consejo: lea; tercer consejo; siga leyendo. Cuarto consejo: pasee; quinto consejo: pasee; sexto y último, siga paseando.

 Más allá de la boutade, el consejo de Foix encierra uno de los secretos más conocidos del equilibrio intelectual: alimentar la mente y digerir la ingesta. Nada ha cambiado desde Homero. Para crecer hay que comer. Y para que los nutrientes alimenten hay que procurar una buena digestión en forma de paseo. Nada mejor como pasear para pensar, o al revés, nada más placentero que pensar paseando.

Hay en esa simple ecuación una lección que llevo practicando desde hace un tiempo.

Escribir los textos que desfilan por este blog viene a ser como pasear por el voladizo de las ideas. Ideas que atraviesan campos, valles y montes y que con cada caminata perfilan la topografía interior de lo que para mi es la arquitectura.

Por tanto, escribir como ejercicio continuado, viene a ser como pasear por un lugar muy específico y esencialmente arquitectónico, el voladizo. Un espacio límite no exento de riesgos, pero que en contrapartida ofrece oportunidades únicas para dejarse envolver por el preciado y precioso paisaje de los conceptos y las ocurrencias.

En esos paseos ocurren momentos maravillosos, momentos de íntima felicidad. Por ejemplo, en mis paseos habituales he gozado de encuentros fortuitos con escritos deliciosos de finísimos pensadores. Encuentros de los que saco no pocas enseñanzas. En esos paseos es fácil reencontrarse con la belleza de un paisaje repleto de palabras y conceptos. Valles profundos de ideas que engruesan el alma o paredes firmes y turgentes como acantilados que se plantan ante tu mirada y que dejarían embelesado al más estoico de los caminantes.

Hay paseos que precisamente por recorrer ciertos voladizos te aleccionan sobre la fuerza y la contundencia del vacío, algo de lo que los arquitectos sabemos lo suficiente como para reconocer los vacíos abismales, los peligrosos, los que engullen la razón, los que se vuelven forma o los que llenan hasta el último poro del cuerpo. Estos últimos, los vacíos que llenan son seguramente los más buscados.

La facultad principal de pasear es la de marcar un tiempo, un ritmo, una cadencia. Un paseo debería ser una medida universal del tiempo. Hace dos paseos que no nos vemos, podríamos decir o, te llamo en medio paseo. Por alguna sinrazón que me ronda, me gustaría llevar un reloj que marcara los paseos como unidad de tiempo, y no esa fría y numérica cadencia de cifras que rigen nuestra vida cotidiana. Quizás dentro de cincuenta o sesenta paseos llegaremos a conseguirlo.

Por último, la bondad de pasear se fundamenta en la capacidad de regalar nuevos horizontes. Espacios abiertos, a veces casi infinitos. Superficies horizontales que se extienden hasta la delgada línea donde se desmaterializan y se funden con lo que queda más allá, con aquello que solamente se promociona como una promesa de lo inalcanzable. Abrir nuevos horizontes, como quien pudiera abrir la tela del cielo solamente está al alcance de aquellos a los que les gusta pasear.

Quien haya tenido el aplomo de leer hasta aquí, legítimamente puede preguntarse hasta donde quiere llegar el texto. Tanta metáfora y tanto meandro, ¿tiene algún propósito o incluso, esconde algún interés?

Pido disculpas a las valientes y a los osados que han seguido el rastro.

La verdadera razón de este texto no es otra que la de trazar un mapa de mis paseos y mis voladizos preferidos que se podrá compartir en el formato de un libro de próxima aparición de la mano de Ediciones Asimétricas (María y Juan, que fácil os hacéis querer) que va a publicarse a finales de este año o principios del que viene. 

Paseos por el voladizo, el título de este futuro libro, es un tracking, como se dice ahora, de un recorrido variopinto pero contundente de excursiones, paseos y paseíllos que me he permitido el lujo de recorrer por múltiples y diferentes voladizos que han ido configurando y alimentando los más de 260 textos que quedan sumergidos en este blog.

Como he ido sugiriendo en este escrito, estos paseos se componen de encuentros, de vacíos, de bellezas, de tiempos y de horizontes, que sabiamente los editores han sabido sacarles brillo.

Me hace tanta ilusión como apuro anunciar esta aventura. La ilusión de encontrar personas tan apasionadamente dedicadas a la temeridad de publicar libros de arquitectura. Y apuro, no exento de un cierto sonrojo, por merecer este regalo.

En fin, admiración y agradecimiento que me encantaría poder compartir con aquellos que suelen pasear por este blog

¡Nos vemos pronto en papel!

En la imagen el edificio destinado al retiro de verano del Sindicato de Escritores armenios, Península de Sevan, Armenia _ Arquiteto Gevorg Kochar 1965_1969. Sin duda uno de esos voladizos apetecibles.

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