Del Dadaísmo al Dataísmo
En un lugar extraño donde operan cientos de transacciones matemáticas, se esconde la manida inteligencia artificial. Aquella que predice un comportamiento y por defecto una realidad. El mundo en el que habitamos esta dominado por un ejercito de algoritmos que de forma masiva, en la forma inabarcable del Big Data, calcula histéricamente y apenas estéticamente la estructura del acontecer.
En otras palabras, no somos en tanto que librepensadores, sino que, y eso ya lo sabíamos, somos en tanto que ciclos repetitivos, cadencias un comportamiento repetitivo con acaso variaciones superfluas. Es más, en una sociedad que Byung-Chul Han describe como un infierno de lo igual, vivimos encadenados de tal manera a nuestra predictibilidad que lo otro se vuelve extraño, sospechoso e incluso potencialmente peligroso. ¿Cómo no siendo así, seríamos capaces de ir de vacaciones a aquellos países que nos ofrecen el espectáculo dantesco del naufragio programado, convirtiendo el Mediterráneo, antaño fuente de vida e intercambio, con lo otro, en una tumba gigante de aspirantes a lo igual? El náufrago contemporáneo de tez morena y complexión atlética no nos produce el menor atisbo de empatía, no hay temor. Por el contrario, el inmigrante se entiende como una carga, como un aspirante no legítimo de nuestra igualdad. Y por suerte para el biempensante centroeuropeo, el inmigrante continuamente queda traicionado por su tez, por su color. No es posible que se mezcle. O dicho al revés, hay una tranquilidad subyacente en las conciencias apagadas del europeo medio que reside en que el inmigrante constantemente se delata. Lo delata su color, su acento, su religión.
Aún así, el subsahariano no huye del hambre y la miseria, busca, aspira y otea un espejismo de iguales, donde se da la seguridad de que nunca serás rechazado si el comportamiento te funde con el entorno. El problema es que nadie cuenta al ejercito de aspirantes a iguales, inmigrantes todos, que su piel, su religión y sus costumbres los delatarán y nunca serán considerados como un interpares, si no todo lo contrario, todas sus diferencias los condenarán al ostracismo de lo diferente.
En definitiva la realidad se construye con la gestualidad diaria y parcialmente inconsciente de nuestro quehacer, esto significa que convenientemente sensorizada y rastreada genera un campo ingente de información que por la vía del análisis instantáneo de gestión de gran cantidad de datos, es decir, mediante cribas algorítmicas de esa información, podemos llegar a anticipar con poco margen de error, lo que se considera como el libre albedrío. En definitiva somos cada vez más predecibles y menos dada.
Por supuesto, cuanto más iguales, más influenciables, cuanto más compren la misma bandera, la misma patria, la misma religión, más insultantemente fácil y por supuesto más eficiente es el esfuerzo de venta, que a este paso tiende peligrosamente a cero.
Cero esfuerzo para una sociedad lobotomizada por el big data.
Por eso el nacionalismo, sea de donde venga, es una herramienta neoliberal de dominación tendiente a centrar en un solo discurso directo y ridículamente plano, la esencia del lobotomizado. En otras palabras, cuanto mayor sea el nivel de seguimiento del discurso, es decir, cuanto más data, más eficiente es el esfuerzo de venta.
Lejos queda la exploración intelectual del Dadaísmo, de una cierta manera, la expresión radicalmente contraria al Dataísmo.
El Dadaísmo consistía, para asco de integrísimos nacionales, religiosos o intelectuales, en explorar en sí, por sí mismo, a partir de uno mismo.
En esencia, desarbolar las convenciones para emancipar la inteligencia de toda predicción. Buscar en la inocencia desprovista de modelos y repeticiones el corazón de la estructura creativa genuina. Dada es en realidad un instrumento contraintuitivo que consciente y activamente busca la abrupta disrupción de las ideas. Dada es en resumen el anti_logaritmo, el anti_igual, el peligro y la salvación. Dada es la anti_nación, la anti_religión, el anti_intelecto. La construcción deconstruida.
Nada es inocente, Dada tampoco. El Dadaísmo es pura subversión anticonvencional, o volviendo al animal original de Byung-Chul Han, Dada representa el especial, el incómodo, el que asume la imposibilidad Hegeliana de la reconciliación entre lo general y lo particular, y se asienta en lo último, en una diferenciada particularidad que asume lo otro como un espejo de lo propio.
Si los años 60 construyeron el individualismo socialmente responsable, este entrado ya, principio de siglo, se construye sobre la insoportable levedad del otro. Necesitamos, diríamos que exigimos, igualdad. No soportamos las sorpresas, las transformaciones y los cambios. Especialmente cuando no vienen dictados por nuestra falsa autenticidad, y es que paradójicamente, cuando todos acechamos a lo diferente, nos comportamos como iguales. De ahí el éxito de lo sucedáneo.
No somos más que puros consumidores de realidades obscenamente vulgarizadas bajo el yugo de lo aparente, de lo intrínsecamente sucedáneo, de la mala copia del original.
Se puede objetar a todo esto que en realidad la arquitectura poco puede contraponer. Con franqueza, no sabría si afirmar o desmentir semejante afirmación. En todo caso, el caos aparente de lo igual da pocas pistas para construir una arquitectura sólida de raíz Dadaísta y por el contrario, vamos de forma irremediable hacia una arquitectura predecible, igual, y por supuesto muy big data.
Dada se revuelve en su tumba.
En la imagen de este post se puede ver el aspecto de la primera exposición dadaísta que se celebro en Berlín el 5 de junio de 1920.
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