Geometría de la naturaleza, geometría de la complejidad

Geometría de la naturaleza, geometría de la complejidad
Realmente D’Arcy Thompson y Matila Ghyka son el cimiento del conocimiento de la naturaleza y de la geometría aplicado al arte y a la arquitectura. En varios artículos de este blog, la relación entre la geometría de la naturaleza y la geometría de la complejidad han dado cuenta de ello. Cualquier referencia posterior que pretenda reflexionar sobre la geometría en la naturaleza o en las artes, pasará indefectiblemente por ambos autores[1], pero cabe decir también son un punto final.
Toda la evolución del arte y la arquitectura desde los egipcios ha partido de unos patrones matemáticos y geométricos ciertos y sobradamente explicados, pero una auténtica revolución matemática y física se gestó en la década de los 60.
Para sintetizar podríamos decir que la geometría y su fundamento biológico y matemático se basa por un lado en la concepción de la geometría como una realidad adaptativa, lo cual ya es un gran avance, y por otro lado, en que esa misma geometría adaptativa se regula por la adopción de variables concretas que tienen como respuesta una matemática definida y estructural alrededor del número phi y la espiral logarítmica.
Lo que se crea es una interacción entre geometría y naturaleza de 1 a 1, es decir, las fuerzas de cambio que induce la naturaleza son susceptibles de ser regladas mediante escasas fórmulas matemáticas que operan sobre la geometría produciendo adaptaciones y cambios donde la relación entre causa y efecto es predecible y repetible.
El cambio que se producirá conceptualmente en la noción de la geometría responde a una consideración más amplia de la idea de lo natural. Lo natural también será lo sociológico, las ciencias del comportamiento, las nuevas teorías científicas ligadas a las ciencias de la complejidad. Lo natural se individualizará de la misma manera que se individualizará la sociedad al contemplar al sujeto como centro de todas las respuestas y las interacciones.
Este planteo significa que a partir de los años sesenta el número de variables sufrirá un incremento exponencial, el comportamiento de estas variables será impredecible y por tanto la interacción entre lo natural y la geometría responderá a una relación de N causas y N efectos. La estructura matemática que sustentará estas variables ya no será concreta, sino que tendrá una base algorítmica donde múltiples variables interactúan entre sí a diferentes niveles a la vez. Por tanto las relaciones de causa y efecto serán impredecibles y no se repetirán por lo que el modelo matemático y por consiguiente el modelo geométrico que soportará tal conjunto de interacciones será extraordinariamente complejo.
Como no podía ser de otra manera, los 60 van a preparar el terreno para dar un auténtico vuelco al conocimiento matemático, físico y geométrico mediante toda una serie de teorías que más tarde, a finales de los 80 se agruparán bajo las ciencias de la complejidad.
En realidad tanto en arquitectura y por tanto en la geometría como en las ciencias, y en definitiva en múltiples aspectos del conocimiento, la década de los 60 se definirá como la cristalización de un cambio de paradigma. Este cambio va a generar innumerables consecuencias a lo largo de las décadas posteriores, y la fuerza y la carga de profundidad de éste, llegará hasta nuestros días todavía con brío. Este cambio afectará y trastocará el orden del mundo y provocará una serie de transformaciones en cascada. En la década de los 60 el cambio de paradigma es sobre todo conceptual y teórico. Es un gran cambio sociológico que resitúa las relaciones y las interacciones entre los seres humanos.
En ocasiones da la sensación que el fortísimo cambio de mentalidad de los años 60 no es más que un entrenamiento necesario para asumir en condiciones el cambio que supondrá la socialización del ordenador y la construcción de una sociedad de redes. O al contrario, la profundidad y radicalidad del cambio de mentalidad de los 60 permite como consecuencia que unas décadas más tarde consiga cristalizar la radical transformación del mundo, que vendrá de la mano del ordenador y de las redes.
En realidad da lo mismo. Lo interesante de la situación es que si bien tenemos totalmente asumidas las consecuencias de la revolución de las tecnologías de la información y el conocimiento, que asumimos que seguimos estando en un momento histórico igualmente vibrante ante los retos de una sociedad centrada en la transformación de la ciencia a través de la bio-tecnología, la terapia génica, la nanotecnología, las nuevas tecnologías de la energía, etc., que tenemos grandísimos retos ante nosotros a nivel social, económico y tecnológico, y que además el origen conceptual de estas grandes transformaciones arranca en la década de los 60, es bien cierto que el periodo entre precisamente esta década de los 60 y la socialización del ordenador a finales de los 80 es un período al que no damos la importancia que seguramente se merece. Durante estas escasas 3 décadas, en algunos casos casi secretamente y en otros de manera evidente, se irán desgranando paso a paso pequeñas revoluciones dentro de la gran revolución, pequeños avances que sumados a otras mejoras tecnológicas o teóricas irán cimentando un conocimiento nuevo sobre el que se apoyará nuestra contemporaneidad.
Este periodo es quizás, de una manera un tanto silenciosa, una de las épocas más fascinantes de la humanidad. Visto desde la distancia parece como si en estos treinta años la humanidad se hubiera estado entrenando, precalentando ante el alud imparable de transformaciones de los 90 y del principio de siglo. Aún sin la herramienta fundamental, el ordenador, la sociedad se irá adaptando rápidamente a una nueva mentalidad que le permitirá encarar con garantías los retos de final de milenio.
Hoy nos parece evidente, pero como podríamos explicar a una persona de la década de los 70 por ejemplo la manera como vivimos hoy. Realmente, si lo pensamos fríamente, la transformación de la realidad ha sido absolutamente radical en tan solo 20 años, de los 90 hasta ahora y esa transformación sólo podía haber cuajado si previamente se producía una transformación en la mentalidad de la sociedad. Eso es lo que ocurrió ente el principio de los 60 hasta la primera crisis de esa mentalidad, la crisis energética de 1973.
Es durante este período que se anuncia lo radicalmente nuevo. Entre miles de cosas, la introducción del concepto de complejidad social en arquitectura y por consiguiente en una cierta respuesta geométrica, en otras palabras implantar como central el binomio geometría compleja y complejidad social como fundamento de la concepción contemporánea de la arquitectura.
Geometría y complejidad es un binomio que cristaliza en los años 60 y está en la base del gran cambio que va a sufrir la arquitectura con la aparición del ordenador como herramienta de diseño treinta años más tarde. En el fundamento de la arquitectura que se produce actualmente, con un altísimo grado de complejidad, de precisión, de tecnología, está el encuentro de la geometría como esencia de la arquitectura y la complejidad como herramienta de análisis y prospección, y en sí misma, como herramienta operativa de lo proyectual.
Geometría y complejidad va a ser una pareja innovadora fundamental para poder entender el porqué de muchas arquitecturas actuales. Esta creencia, esta hipótesis es de tal magnitud que debería ser un binomio recurrente en la formación de un arquitecto. En otras palabras, geometría y complejidad están en la base, el background, el paisaje de fondo, de cualquier acercamiento oportuno, potente y pertinente a lo arquitectónico. Y es desde esta convicción que debería ser ya, desde el primer día, de la primera asignatura, del primer trimestre del grado de arquitectura, un modelo de aprendizaje y entrenamiento.
Por supuesto, eso no quiere decir que haya una transposición directa entre la asunción de lo complejo y la formalización más o menos barroca de ciertas arquitecturas de los 90 que en determinados ámbitos, hoy marginales, todavía se valora. Por suerte la realidad es más profunda, intrincada y a la postre, interesante. Mucha de la arquitectura que se está desarrollando hoy, entrando de lleno en dinámicas innovadoras, acertadamente instaladas en su tiempo y dando repuesta a la enorme complejidad social, no tienen nada que ver con formas rocambolescas y más o menos caprichosas.
Al contrario, la geometría de la complejidad tienen mucho que ver con proporciones, interacciones y resoluciones geométricas que complementan la realidad, y que se abren al juego social de una arquitectura abierta.
En otras palabras, la geometría de la complejidad, huye de lo evidente para hacerse estructural.
[1] Un buen ejemplo es el libro The Geometrical foundation of Natural Structure de Robert Williams publicado en 1972. Este es un libro que reordena y categoriza el conocimiento al respecto que se tenía en la década de los setenta. Evidentemente en su bibliografía, figuran On Growth and Form y The Geometry of Art and Life, y en el libro son mencionados en distintas ocasiones por el valor de sus estudios.
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