La Imposibilidad de una Arquitectura Normal

La imposibilidad de una arquitectura normal

Vivimos saturados de imágenes extraordinarias o mejor dicho de imágenes que codifican lo extraordinario. Estas se cuelan en nuestra cotidianeidad constantemente. Mientras nuestras vidas se desenvuelven con normalidad, lo extraordinario es un reclamo que por extensivo, contante y habitual, paradójicamente, se acaba convirtiendo en algo normal.

Instalada esa paradoja entre cualquier ciudadano medio urbanita de cualquier democracia occidental y por extensión, cualquier país con un cierto nivel de desarrollo, lo extraordinario se ha vuelto normal. Por tanto, ¿qué es lo normal?. ¿es lo extraordinario?. O acaso, ¿no hay una cierta poética de la normalidad, en aquello que socialmente asumimos con normal? ¿es normal que la normalidad no exista?

Estas preguntas agazapadas en nuestra sociedad dislocada y en muchos sentidos absurda, son claves para entender nuestra arquitectura.

Como Daniel Kiss introduce en Normal Architecture,[1] mientras el discurso contemporáneo de la arquitectura parece estar intrínsecamente ligado a lo extraordinario, sea esto algo ligado a lo tecnológico, lo social, lo financiero o de cualquier otro tipo, es todavía crucial que los profesionales exploren, entiendan e influyan en los procesos orgánicos de la normalidad en la arquitectura. En tanto que este fenómeno es el responsable de la calidad dominante de nuestro entorno construido, no podemos dejar de intervenir en la manera como se materializa el reino de la media y lo ordinario.

Hay una manera evidente de entender lo normal. A saber, aquello no especialmente significado, y que sin pena ni gloria pasa totalmente como aceptado por la sociedad. Es aquello en lo que no reparamos, no prestamos atención, no es ni tan siquiera mínimamente llamativo, y no provoca en nosotros ningún tipo toque de atención particular. La extraordinaria dificultad de codificar de forma adecuada lo normal proviene de la formación del sujeto que categoriza como normal aquello que juzga. Una obra de arte puede parecer extraordinaria a ojos de alguien poco formado en la historia del arte, y completamente vulgar a manos de un experto.

Algo muy parecido nos ocurre cuando juzgamos ciertas arquitectura. Cuando vemos como ciertos analfabetos funcionales prefieren a golpe de cheque quedar fascinados por los chalets de A-cero, mientras que para prácticamente cualquier arquitecto decente, esa arquitectura es la sublimación de la vulgaridad, llegamos a comprender la dificultad inherente del concepto de normalidad.

Hay además otras normalidades que provienen de un uso ordinario y habitual de buenos diseños. En Super Normal,[2] el catálogo de la exposición de la Triennale di Milano del 2007, Naoto Fukasawa escribe, Super Normal no es una teoría. Yo creo que consiste en volver a comprender algo que uno ya sabía. Re-aprender aquello que naturalmente pensabas que era bueno de un objeto. Es cierto que el diseño es mejorar algo que ya existe, pero también existe el peligro de que objetos que ya eran buenos acaben cambiando. Se espera del diseño que proponga algo nuevo o bello o especial. Cuando miramos a las cosas que nos rodean con esta prefiguración en la cabeza, por contraste, esos objetos “no diseñados” son percibidos como algo normal o incluso feo.

Super normal concierne a esas cosas que pasamos por alto cuando estamos demasiado focalizados en el diseño. Creo que Super Normal es la forma inevitable que resulta del uso prolongado de un objeto. El diseño refina poco a poco esta existencia normalizada y lo introduce en nuestras vidas hoy. Esto excede de la normalidad y se transforma en Super Normal. En definitiva, Super Normal indica nuestra comprensión de lo bueno de la normalidad.

En estas reflexiones sobre lo Super Normal, parece inevitable que el uso cotidiano dota de supernormalidad a un objeto bien diseñado. Pero ¿es eso realmente así? Es decir, ¿se puede llegar a diseñar algo con el objetivo de que se convierta de inmediato en Supernormal?

Entre lo socialmente aceptado y lo bien diseñado pero falto de condición de novedad o de aspectos flash, lo normal en arquitectura tiene un lugar difícil de acogida.

En un post anterior[3] ya me refería a un lugar común con la idea de lo normal y que linda con este, lo ordinario.

En 1997, Deborah Berke, profesora de Yale publica el texto Thoughts on the Everyday dentro del libro Architecture of the Everyday,[4] editado por Steven Harris y ella misma. El texto es un alegato contra la influencia de los media en la arquitectura, la usurpación de la publicidad diaria en nuestras vidas y por extensión, la emergencia de arquitectos/marca y de edificios firmados por ellos. Básicamente desarrolla un posicionamiento contra lo que poco después llamaríamos los start-architects.

Como contraposición a estos productos arquitectónicos de perfil publicitario, Berke advoca por una arquitectura del día a día, implicada en las realidades telúricas de la disciplina, es decir, un planteo de la arquitectura basada en sus ocupantes, por la vía de considerar principalmente el programa y la materialidad. Una vuelta a las esencias, por así decirlo.

Pero repito, ¿es eso posible? ¿se puede llegar a diseñar teniendo lo ordinario, lo cotidiano y lo, en definitiva, normal como objetivo último?

Yo creo sinceramente que eso es imposible. Y es imposible simplemente porque nadie va a asumir su propia normalidad. Vivimos en un espacio social donde, sea cierto o no, nos sentimos únicos y extraordinarios. Evidentemente, eso no quiere decir que nuestra vida sea perfecta, e incluso podemos convenir que alguien se sienta extraordinario dentro de la negatividad. Alguien puede afirmar que vive un momento, o una vida, extraordinariamente mala. Sea como fuere, nadie puede ni identificar lo normal, en tanto que es un aspecto muy subjetivo, ni en caso de que se pueda llegar a un acuerdo en relación a un concepto tan difuso, nadie va a asumirlo como positivo.

Hacemos arquitectura que pretende ser extraordinaria. Debemos hacerlo así. Es nuestro deber ético. Ahora bien, eso no quiere decir, ni de lejos, que esa arquitectura deba tener unas formas exageradas, o unos materiales fuera de lo común, o incluso un programa alocado.

Creo profundamente en la posibilidad de hacer una arquitectura extraordinariamente ordinaria, pero no creo en la normalidad como objetivo. Creo que debemos intentar que la arquitectura y la ciudad que diseñamos mejore en muchos aspectos nuestra realidad diaria, y eso debe ser producto de mucha inteligencia por metro cuadrado y seguramente pocas veleidades formales sin contenido. Y si eso lo entendemos así, el resultado es necesariamente extraordinario.

Ahora bien, creo también y precisamente por lo expuesto, que la arquitectura normal es imposible.

En la imagen una página del catálogo Super Normal, Sensations of the Ordinary.

[1] KISS, Daniel, Normal Architecture, en Iconoclasatia, News from a Post-Iconic World, Ed. Florian Sauter y Josep Lluís Mateo, ETH Zurich, Zurich, 2009

[2] FUKASAWA, Naoto y MORRISON, Jasper, Super Normal, Sensations of the Ordinary, Lars Müller Publishers, Zurich, 2007

[3] axonométrica 0027 THOUGHTS ON THE EVERYDAY

[4] BERKE, Deborah, Thoughts on the Everyday, del libro Architecture of the Everyday, Steve Harris, Deborah Beker ed., Princeton Architectural Press, Nueva York, 1997

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.