De la Contracultura a la No_Cultura

De la Contracultura a la No_Cultura
Durante siglos, aquello a lo que habitualmente llamamos cultura, ha supuesto un paradigma aspiracional, una ambición que se asemeja al dibujo de un paisaje, lejano para muchos, pero admirado por todos. Había una consenso alrededor de la idea de que convertirse en una persona cultivada era un proyecto arduo pero que valía la pena acometer, y si bien era cierto que ese proyecto no tenia un final definido, el mero hecho de cultivarse mejoraba las posibilidades de crecimiento, no solo en términos sociales, sino que también mejoraba en términos personales, sobre todo si se disponía de los medios y las herramientas para acceder a la literatura, al arte, la arquitectura, la música, el teatro, pero también acercarse a la ciencia, la tecnología, la filosofía y un largo etc.,
El acceso a la cultura estructuraba éticamente al individuo que se zambullía en el conocimiento, lo convertía en respetable para los demás y digno de ser escuchado. Idealmente la cultura transformaba la sociedad en más justa, más libre y más poderosa.
Frente a los dos marcos tradicionales a los que un individuo podía aspirar, la riqueza y la cultura, tantas veces contrapuestos, algunos optaban por la segunda opción a costa de no pocas privaciones y riesgos, conscientes que optar por la cultura abría la mente y liberaba el discernimiento, mientras que optar por la riqueza cerraba las posibilidades a una sola, y esclavizaba las decisiones. Sin duda alguna plantearlo así es usar una brocha muy gorda que pasa de puntillas por infinidad de matices. Pero lo que me gustaría, introduciendo así el tema, es que queden claros ciertos límites de un dibujo que ha funcionado hasta hoy, o para ser más precisos, hasta ayer.
Un segundo apunte antes de entrar en el centro de la cuestión.
En los años 60, las mentes liberadas precisamente por un acceso socializado y masivo al conocimiento y a la cultura, replantearon las reglas del juego, anteponiendo una contracultura a la cultura establecida, abriendo así una época extraordinariamente fértil y disruptiva en todo los campos del conocimiento, artísticos, científicos, y técnicos.
Las críticas a la cultura consumista de la posguerra, al sofocante funcionalismo del urbanismo de posguerra, al aburguesamiento de las expresiones artísticas, y en positivo la inmersión en la investigación tecnológica que galopó a lomos de una sociedad optimista, la apertura social a todos, independientemente de su raza, religión o género, y la lucidez como los líderes de la contracultura radiografíaron un futuro que desde la perspectiva actual tiene un carácter prácticamente de revelación, contribuyeron a generar el caldo de cultivo de la increíble explosión cultural y creativa de esa década.
A todas luces, la contracultura fue una contraproposición cultural y en ningún caso una negación de la idea de cultura por sí misma.
Hoy quizás la cultura entendida como valor social estructurante, ha perdido validez. O eso parece.
El origen de esa perdida de confianza en la cultura como argamasa social es múltiple, y da para una, o varias tesis, que no un pequeño artículo como este. Me limito a apuntar algunas: la dejadez de la educación primaria de los países, cada vez peor llamados, avanzados sería una de ellas. La irrupción de las redes sociales que consumen mucho tiempo de nuestros jóvenes y no tan jóvenes, en detrimento de la capacidad de concentración necesaria para acaparar grandes dosis de conocimiento, sería otra. La imposición de un tiempo acelerado basado en el right here, right now, que impone una aceleración despistada, incapaz de focalizar en nada, impidiendo sedimentar las expresiones sociales, es sin duda otra de las causas. Y también entre otras, la repuesta política a toda esta transición hacia la histeria a caballo de movimientos populistas de izquierda y derecha que surgen por todo el planeta, algunas envueltas de nacionalismo localista pero que en definitiva apenas proponen maquillajes sociales como recetas de bolsillo, es otra y esta muy significativa.
Creo que existe una íntima relación entre la defunción de la cultura y el fin de la política, como ya evocaba en un lejano 1999 Josep Ramoneda en el libro Después de la Pasión Política,[1]antesala de la situación actual. Eso también da para otros textos.
Una situación, a modo de síntoma de lo comentado hasta ahora, y la razón principal por la que surge este texto, viene a ilustrar la transición hacia una aceptada realidad instalada en la no_cultura.
Este mes de Enero, ha surgido un manifiesto a favor de mantener abierta la posibilidad de la futura ampliación del MACBA Museu d’Art Contemporani de Barcelona, hacia la Capella de la Misericòrdia. Para los que no conozcan la situación, el MACBA suscribió un acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona hace unos años para la cesión del espacio de la Capella, con la mirada puesta en una futura ampliación. Con eso el MACBA se aseguraba un crecimiento orgánico y una puesta al día como centro de cultura ligado al arte contemporáneo en un presente y un futuro muy competitivo a nivel de museos de arte europeos de ciudades importantes pero que no están en la punta del iceberg. No nos engañemos, el MACBA nunca podrá hacer sombra a la TATE, ni al Rijksmuseum, ni al Centre Pompidou, ni al Reina Sofía. Simplemente siempre es sensato saber en que liga se juega y el MACBA tiene a decenas de ciudades de mediana dimensión que le están comiendo la ventaja que tenía.
La cuestión es que en el momento de la renovación del acuerdo y debido a las restricciones presupuestarias de rigor en cultura, el MACBA no ha podido acometer esa ampliación y propone renovar el acuerdo debido a que sin esa posible ampliación el MACBA pasará a ser de tercera.
De manera torticera, el Ayuntamiento de Barcelona, que destina un pírrico 5.67% de su presupuesto a la partida genérica de Cultura, se niega a renovar la concesión con la excusa, sin duda electoral, pero falsa en su forma y en su fondo, de la necesidad de instalar en la Capella un Centro de Asistencia Primaria.
¿Estamos ante una elección entre Sanidad y Cultura?
Decididamente no. Resulta que el Centro de Asistencia Primaria para el Raval Nord es absolutamente necesario, pero es perfectamente ubicable justo al lado del magnífico edificio de Josep Lluís Sert, el antiguo dispensario Antituberculoso finalizado en 1938, en plena guerra civil y símbolo de la lucha social por una sanidad inclusiva.
Evidentemente la remodelación del edificio de Sert no es suficiente, tanto por un problema del tamaño original del edificio, como por su carácter de edificio protegido. Lo perverso de la posición del ayuntamiento es que existe una solución clara, fácil y más barata que da satisfacción a ambas partes en litigio.
Justo al lado, la plaza Terenci Moix, permite, sin erradicar el uso ciudadano y deportivo de la misma, construir el complemento perfecto al CAP actual, ubicado en el edificio de Sert, y dejar así la puerta abierta a la futura ampliación del MACBA. Es decir, no nos encontramos ante un dilema de gestión de recursos a todo o nada, sino en valorar esfuerzos para no ahorcar la cultura y dar el servicio socio sanitario que necesita el barrio como agua de mayo.
Los detalles de las propuestas de unos y otros se pueden consultar a golpe de click.
Por eso, más allá de cualquier discusión cortoplacista, lo que se está valorando en la decisión del Ayuntamiento no es tanto una emergencia socio-sanitaria, sino más bien una gestión hacia la No_Cultura.
Imaginemos ese debate en los años 60.
Igual se propondría en términos culturales la destrucción del MACBA para ser substituido por una gestora cultural de amplio alcance. Hasta ahí, algunos hubiéramos tenido dudas en firmar la ampliación del MACBA si se hacia una propuesta radical de ampliar masivamente la cultura por otra vía.
Pero no, lo realmente preocupante es que ante la presión electoral, el Ayuntamiento sacrifica al más débil de la manada en términos de rédito plebiscitario, la cultura, a favor de una acción en pro de la No_Cultura. Ni tan siquiera le interesa contraponer una opción contracultural.
Paralelamente, mientras escribo esto, el gobierno francés acaba de proponer[2]una prueba piloto mediante una app geolocalizada para móvil, para que los franceses que cumplan 18 años en 2019, tengan acceso a 500 euros para un dispendio en productos y actividades culturales. ¿Electoralista? Lo dudo cuando las próximas elecciones a la república son dentro de 3 años. ¿Eficaz? Veremos los resultados en unos meses. Por eso sale en forma de prueba piloto ¿Contracultural? Pues francamente, en cierto sentido estoy convencido que los activistas más radicales de los años 60 lo hubieran firmado sin dudar.[3]
Para acabar, quiero cerrar la constatación de la perdida del valor social de la cultura, o mejor, de la contracultura, con un texto que ha publicado en su cuenta de twitter la filosofa Marina Garcés en el marco del proyecto #HumanidadesenAcción que esta liderando: tenemos que continuar luchando por que la cultura , en todas sus dimensiones, sea una herramienta de emancipación para todos.
Mal vamos cuando las filósofas y los filósofos se quejan, y la sociedad y sobre todo sus políticos, los desoyen, y es que nos hemos acostumbrado a vivir sin cultura.
En la imagen una fotografía del MACBA de Rubén P. Bescós. https://www.rubenpb.com
[1]RAMONEDA, Josep, Después de la pasión política Editorial Taurus, Madrid, 1999. En una reseña en la revista El Cultural https://www.elcultural.com/revista/letras/Despues-de-la-pasion-politica/14994de Rogelio López-Blanco en diciembre de 1999 comentaba a modo de resumen: En medio de las perplejidades surgidas después de la mutación que supuso la caída del Muro en 1989, el filósofo y periodista Josep Ramoneda apuesta por una vuelta a la política, concebida como el espacio propio de la libertad y la democracia, frente a lo que considera el discurso actualmente hegemónico, el economicista, nacido del cruce de la caída en picado del comunismo y la extensión planetaria de la globalización económica. En este sentido el ensayo proporciona luz al debate, propone una explicación plausible de la situación y plantea una alternativa coherente e ilusionante desde la razón humanista. Si el fin de la pasión política trajo el enorme beneficio del fin de los sueños totalitarios y la aceptación de la realidad, premisa sin la cual se hace imposible toda mejora, por contra provocó el desprestigio de lo político y el triunfo del discurso economicista decantado hacia el imaginario de la riqueza y el éxito. Para el autor, la consecuencia de esta victoria de los postulados del globalismo dejó como únicas alternativas ante las masas al nacionalismo y al fundamentalismo religioso. Es decir, la pasión política abandona la razón, defraudada por la mentira comunista, y se va tras las “acogedoras” creencias étnicas y fundamentalistas. El discurso de la productividad y la competencia de los gobernantes tutelados por unos poderes económicos que han aprovechado la corrupción sistemática de los políticos para tenerlos de rodillas y, con ellos, al Estado, tiene su correlato en esos sentimientos esencialistas. Basta adjuntar a la idea de triunfo economicista, su principal víctima, el status social de la cultura, para entender cómo de esos polvos vienen estos lodos.
[2]https://elpais.com/cultura/2019/02/10/actualidad/1549824741_995515.html
[3]Que nadie quiera ver aquí una declinación política oculta a favor de un gobierno al que denominan neoliberal, versus a un gobierno al que denominan populista. Me remito estrictamente a la paradoja intelectual que ciertas decisiones encierran en el momento de gestionarlas y a cómo sibilinamente hemos pasado socialmente de un activismo contracultural a uno no_cultural.