Una Arquitectura sin Vanguardia

Una Arquitectura sin Vanguardia

Hace relativamente poco, de forma insincera y socarrona, un arquitecto de lejana retaguardia, envió un mail a unos arquitectos compañeros docentes de universidad, invitándonos a una conferencia para conocer la vanguardia de la arquitectura (sic).

No salgo todavía de mi asombro ante semejante despliegue de vanidad, pero, aun más, no concibo mayor candidez que hablar de vanguardia en términos contemporáneos.

¿Todavía hoy podemos hablar de arquitectura de vanguardia o de arquitectos vanguardistas? La época de las vanguardias ¿no quedó encerrada en el espacio temporal que abarca los primeros años heroicos en lo cultural del siglo XX y aproximadamente los últimos de la década de los 50?

O dicho del revés para que se entienda, ¿no hace ya mucho, mucho tiempo que vivimos en una arquitectura sin vanguardia? Y de ser cierto, ¿vivimos pues en una taxonomía de arquitecturas posibles?

Creo efectivamente que vivimos en tiempos de taxonomías complejas y no de vanguardias flagelantes. Creo sin duda, que ir delante y creer que vas solo, está a la altura de la reflexión de un recio creyente de lo absurdo, incapaz de entender ni la historia, ni su tiempo. O para ejemplificar, solamente desde la retaguardia se puede uno plantear la existencia de una vanguardia.

En todo caso, como digo, si que pienso que estamos inmersos en la taxonomía de las mil derivadas, en la confección de un complejo mapa de acciones, interacciones y reacciones a lo arquitectónico que lejos de estar delante o detrás, en el frente o en la nuca, todas las posiciones tienen las mismas condiciones de ser arquitectura. Por tanto, creo que no hay arquitectura de vanguardia y lo otro, o lo que queda detrás. ¡En absoluto! ¡Hay arquitecturas! Así, en plural, arquitectura de muy distintas procedencias intelectuales, geográficas y culturales que con el mismo derecho a existir se afirman en cada proyecto y se expresan con la contundencia necesaria en cada foro. Por suerte, hay muchas arquitecturas y todas ellas son de verdad.

Hay noticias desde el frente, el frente de batalla, claro está, según la tesis de Alejandro Aravena en la última Biennale de Venezia, pero ese frente es un mero descriptor geográfico. Creo interpretar adecuadamente la idea de Aravena si afirmo que Reporting From de Front, no deja de ser un irónico apelativo al frente social descuidado por la crisis y azotado por la creación incesante de pobreza y la mayúscula desigualdad asociada. Es decir, ese frente, como en las guerras de trinchera, solo apela al peligro de ser abatido, y bajo ningún supuesto a la confortable posición intelectual de posicionarse en la vanguardia de algo, y aun menos de la arquitectura.

Sin embargo, la cortedad de miras del mensaje al que me refería al principio, me ha hecho dudar lo suficiente como para suscitar un texto. Y es que vista la flaqueza reflexiva de la academia y la desaparición uno tras otro de los antaño maestros de la teoría de la arquitectura, igual no está claro para todos que en realidad, como decía, vivimos en un mundo sin vanguardia.

Dudo además que una vez asumida la realidad de que no existe la vanguardia, eso se aprecie no solamente como remarcable, sino como algo especialmente positivo para la producción contemporánea de la arquitectura.

Unos colegas, fundadores de la escuela de arquitectura donde todavía practico la docencia, inventaron un sustitutivo a la palabra vanguardia que siempre me pareció más simpática. Ellos hablaban de arquitectura avanzada. Aún así, la idea de arquitectura avanzada remite a otra que por defecto quedaría retrasada.

Por tanto no entiendo ni la arquitectura de vanguardia, ni la arquitectura avanzada. Me parece muy restrictivo en tanto que remiten a una posición geográfica, y no tanto a una afirmación conceptual.

Me interesa una arquitectura propia y explícita, una arquitectura sin adjetivos, una arquitectura protagonista por sí misma, abierta y desacomplejada. Y por tanto una arquitectura que no es de vanguardia, ni avanzada, ni falta que le hace, pero es arquitectura de la buena, descarnada en el criterio y desprovista de toda afectación.

Pienso en la lista plural de arquitectas, arquitectos y arquitecturas que me incitan y que me excitan, y ninguna de esas arquitecturas se definen ni por vanguardia ni por avanzada.

Pero no nos engañemos, siempre vamos a tener la necesidad de adjetivar la arquitectura para agruparla por escenarios, por actitudes o por aptitudes. Siempre necesitaremos enmarcar la arquitectura en espacios más o menos cerrados. Ese no es el problema. La gran cuestión a mi modo de ver es qué adjetivos empelamos y cuando los empleamos.

Allí es cuando la arquitectura, lejos de cualquier vanguardia, toma valor.

 

 

En la imagen una reproducción del famoso Rascacielos Horizontal de El Lissitzky según la interpretación “desvanguardia” de Guillaume Mazars. “La propuesta, según la memoria del concurso, es establecer un monumento que haga eco de las diversas obras de El Lissitzky. El objetivo es hacer perceptible la noción de espacio y profundidad con una estructura tridimensional. Este sistema será la herramienta para revelar el vacío, la profundidad, las proyecciones … Al principio, este sistema ofrece revelar la ausencia, o en otras palabras, el no construido. El Wolkenbrugel es uno de los proyectos más famosos de El Lissitzky, pero desafortunadamente sin manifestación física. El proyecto consiste en una cuadrícula ortogonal tridimensional conforme al tamaño de Wolkenbrugel. De esta huella, es la imaginación del visitante la que completa la proyección virtual del monumento. Por la noche, una red de luz revela los contornos virtuales del Wolkenbrugel. En un segundo paso, el marco es un soporte estructural para la puesta en escena de líneas gráficas. Varios elementos estructurales pintados de rojo, el color más utilizado por El Lissitzky, crean una composición gráfica única según cada punto de vista. Estas líneas rojas colocadas juntas en el espacio, forman varias composiciones gráficas por desplazamiento.”

 

 

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