El Renacer de la Fábrica

El Renacer de la Fábrica

La modernidad ha transformado los centros urbanos en una centrifugadora gigante.

Actividades como la agricultura y la industria, que tradicionalmente quedaban asociadas a desarrollo físico y productivo de los urbanitas, han ido deslocalizandose debido al afán acomodaticio de la vivienda. Si nos fijamos bien, el comportamiento de lo urbano ha sido expulsar la producción de alimentos bien lejos y expulsar también la producción de bienes aún más lejos.

Las razones son obvias.

La actividad agrícola ha requerido siempre de grandes extensiones de suelo, y eso es lo que no existe en una ciudad media Europea, densa y compacta. Por otro lado, después de un proceso de industrialización de varios siglos, poco a poco las ciudades han ido desplazando también las fábricas, ya que eran foco de ruido, contaminación y movilidad pesada.

Toda esta actividad además ha estado asociada a un rotundo desprecio social. La figura del agricultor o del obrero nunca ha liderado la cultura aspiracional de los individuos. Aún más, la despoblación de los entornos rurales y la huida en masa de las fábricas ha puesto en un aprieto a todas las economías del mal llamado primer mundo. Ya no tenemos quien nos alimente ni fabrique.

Sin embargo, ligado a un proceso de cambio verdaderamente profundo y gigantesco, este patrón está cambiando de forma acelerada y brutal.

Estamos en el punto cero de un nuevo renacimiento. El renacimiento de las fábricas y los cultivos.

Para hacer un dibujo claro y siguiendo el argumento anterior, si la agricultura ha sido desplazada de los borde de las ciudades por falta de espacio extenso y las fábricas han viajado en ocasiones hasta la otra punta del planeta para evitar que no contamine cerca, ¿qué pasaría si la agricultura no necesitara de suelo y la fábrica no contaminara? ¿habría alguna razón para seguir marginando, es decir, llevando a los márgenes, estas actividades con el despropósito de necesitar de miles de millones de toneladas de CO2 en forma de petróleo quemado para transportar los tomates que no podemos cultivar cerca o los zapatos que no podemos fabricar al lado?

La pregunta parece simple, incluso diría que absurda, pero hoy día es absolutamente radical, y la respuesta, no por previsible, tiene unas consecuencias enormes.

Por si no lo han sospechado, la respuesta es no. No hay ninguna razón para seguir trayendo y llevando, o peor aún, paseando impunemente productos agrícolas y manufacturados. Al menos, no hay ninguna razón para que eso siga pasando de forma tan general y descerebrada.

Y no hay ninguna razón para que eso ocurra por que el coste a todos los niveles del paseo de mercancías es brutal. Existe el coste medioambiental, actualmente en el límite de su resistencia. Existe el coste material, ya no es más barato producir fuera que producir dentro. Existe el coste social, no tiene sentido dar trabajo a alguien al otro lado del planeta cuando tengo legiones de gente sin actividad reconocida al lado de casa. Existe el coste ético, pues es bastante dudoso que podamos seguir cargando en las generaciones futuras los excesos de estupidez de la generación actual y existe el coste emocional, no hay relato que nos una a un producto cuando este se produce a miles de kilómetros de nuestro lugar de consumo.

Para apuntar la idea de los cultivos sin tierra basta hacer un repaso del increíble desarrollo de la hidroponía, es decir, del cultivo de frutas y verduras sin tierra y literalmente colgando de estructuras proyectadas bajo el concepto de urban farm. Estas granjas urbanas tienen la capacidad de alimentar de forma cada vez más eficiente a un sector cada vez más amplio de la sociedad.

Y para atisbar el presente continuo, que no el futuro, de la producción de bienes sin humos, solamente hace falta echar un vistazo al desarrollo tecnológico aceleradísimo de las impresoras 3D, que ya pueden fabricar sin humos y sin ruido, desde tejidos humanos hasta objetos increíblemente duros y resistentes.

Por tanto dos nuevas tipologías de edificios podrán volver a la ciudad enriqueciendo así su tejido complejo y favoreciendo un mejor reparto de cargas y beneficios, y no hablo obviamente solo de economía. Las decisiones importantes hoy deben estar guidas por la capacidad productiva y de creación de beneficios a nivel social, cultural, económico, tecnológico y medioambiental. No hay idea ni empresa que pueda fallar hoy en estas cinco esferas de la realidad.

Tanto las urban farms como las protofactories o las fablabs son equipamientos de nueva generación que debemos integrar de forma inmediata en la ciudad si Europa quiere tener alguna oportunidad de seguir siendo algo más que un baúl de los recuerdos. Esta nueva visión ya no es una opción, es una decisión que se toma o se pierde y en esencia es una cuestión de supervivencia.

Esta implantación urbana y masiva de fábricas renacidas, fábricas de alimentos y fábricas de bienes, transforma la ciudad en un paisaje productivo, en un territorio cohesionado por una lógica de transformación y reequilibrio, donde contrariamente al pasado ya no se construye desde el “o”, o vivienda o granja, o ocio o fábrica, sino que se entreteje desde el “y”, la ciudad es un tejido de viviendas y granjas y oficinas y teatros y fábricas y…. Esto si que es kilómetro cero.

Para que esto ocurra de manera tan fulgurante como lo necesitamos, deberemos recomponer y reformatear en forma de red a los actores de la producción energética, comprender ahora sí, de forma clara y contundente, la idea de red de centros de producción, creación y difusión de actividades relacionadas con lo real y lo digital, otra vez el “y”. Deberemos introducir el vector ético como catalizador disruptivo en la toma de decisiones para gestionar una realidad compleja y otra vez, en forma de red multidimensional. En definitiva, el renacer de la fábrica es el renacer de la ciudad tal y como se inventó en su día, como un mecanismo extraordinariamente sofisticado de desarrollo de relaciones en red que abarca todas las dimensiones de la existencia.

Nada nuevo pues, pero todo diferente.

Una red de fábricas de creación, de producción, de alimentación y quizás sí, entonces, de máquinas de vivir, actualizando la idea de Le Corbusier. Unas fábricas eso sí, con alma, con personas, con corazón además de tripas, con capacidad para interactuar y transformar una realidad áspera en un entorno empático.

En estos momentos no hay nada que impida el renacimiento de las fábricas en un entorno urbano y por tanto como apenas hemos podido otear aquí, un verdadero renacimiento de la ciudad.

En resumen, nos hace falta un diseño que tenga en su germen la idea de metamorfosis perpetua, basada en un flujo constante de materia y energía. El sistema resultante constituirá una red de nodos interdependientes entre las nociones de escala, actividad y lugar. En definitiva el renacer de la fábrica construye y desarrolla un sistema abierto apto para adaptarse sin cesar y sin coste. La ciudad convertida en paisaje productivo se estructura sobre una geometría a la vez regular y variable, anclada en lo que existe, pero abierta a posibles evoluciones.

Aunque el nodo principal, el sujeto histórico de cambio en palabras más contundentes, es la ciudad, el cambio que se propone con el renacimiento de la fábrica es de escala territorial. Repito, nada nuevo, todo diferente.

La escala del cambio que se avecina tiene como saldo global un mundo de distancias más cortas, que implica menos materia, basado en una menor energía de extracción, con la necesidad de una menor cantidad de energía de transformación y una aún menor energía en la puesta en escena.

Fábricas que construyen una ciudad más ligera en un territorio más liviano.

En la imagen un conjunto de muros frutales, granjas urbanas de árboles frutales que aprovechan el calor acumulado del día para crear un microclima. En este caso, la fotografía es de la ciudad de Montreuil cerca de París que en 1870 tenía una extensión de 300 hectáreas. Más información en http://www.resilience.org/stories/2016-01-06/fruit-walls-urban-farming-in-the-1600s

Comments
3 Responses to “El Renacer de la Fábrica”
  1. Muy bueno Miquel.Como siempre,no sólo he disfrutado de la lectura sino que además me ha sido muy útil conocer tu punto de vista. Bendito renacimiento de las fábricas y los cultivos.. Muchas gracias

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  1. […] [7] Hace cuatro años casi exactos, el 21 de marzo del 2016, publiqué en este blog un texto que abogaba por esta idea de acercar los paisajes productivos al interior de la ciudad. Ese texto iba acompañado por una imagen que mostraba un conjunto muros frutales, granjas urbanas de árboles frutales que aprovechan el calor acumulado del día para crear un microclima. En este caso, la fotografía es de la ciudad de Montreuil cerca de París que en 1870 tenía una extensión de 300 hectáreas. https://axonometrica.blog/2016/03/21/el-renacer-de-la-fabrica […]



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