Territorios Emergentes

Territorios Emergentes
Hace relativamente poco me encuentro con un texto de presentación de José María Ezquiaga* del curso de verano en la Universidad Menedez y Pelayo de Santander.[1]
El texto en cuestión, muy acertado en sus principios, construye de forma muy sintética un marco de referencia a la hora de pensar la realidad urbana, que en este blog siempre tiene una consideración de punto de encuentro entre las disciplinas del urbanismo, el paisaje y la arquitectura.
Con el permiso de José María, me dispongo a comentar este texto, pues me parece importante dar luz a maneras parejas de entender el territorio, aportando matices y comentarios.
Se parte de la hipótesis de que la emergencia de un nuevo territorio, que cambia la escala de comprensión e intervención sobre los hechos urbanos y multiplica las dimensiones de su complejidad, demanda nuevos instrumentos y estilos de planificación urbanística.
Cierto, estamos totalmente ante la emergencia de nuevos territorios, por doquier, constantemente, de forma incluso apabullante. Lo que ayer era una lugar conocido, hoy, sin aparente transformación física de la realidad geográfica, amanece como una compleja madeja de relaciones nuevas. Hay una cierta sensación de vértigo, cuando en cada proyecto, en cada unidad docente, en cada reflexión, comprobamos que aquello que teníamos asumido por conocido, ha adquirido una nueva faceta, apunta hacia una nueva estructura social, se configura, o potencialmente es configurable de una manera totalmente insospechada y casi diría que nueva o al menos incorpora una drástica noción de novedad o de reinterpretación.
Una de las razones principales de esta supuesta relectura, reside, como apunta tangencialmente el texto, en asumir de cara la complejidad, no rehuir el envite, ni esconder la cabeza tras una enfoque reduccionista. En otras palabras, cuando se asume la condición compleja de cualquier realidad, y la territorial es ampliamente productiva en lo que a complejidad se refiere, surge inmediatamente la sensación que nos estamos encarando con algo totalmente nuevo.
Este párrafo inicial, y diría que iniciático, no solamente se contenta con constatar esto, sino que además extrae una primera consecuencia: la obsolescencia del utillaje proyectual. Hay una demanda de nuevos instrumentos, nos dice. Quién tiene la paciencia de seguir los escritos de esta publicación, ya sabrá que una de las líneas discursivas de los textos que van apareciendo aquí es la necesidad de nuevas herramientas de referencia proyectual.
Se da la extraña situación, que estamos huérfanos de tradición proyectual por la falta de instrumentos contemporáneos para encarar una realidad emergente como la descrita anteriormente. Necesitamos encontrar un nuevo útil de trabajo que nos permita discernir entre la abigarrada selva de relaciones interdependientes que la lectura actualizada del territorio nos proporciona.
Y es que estas nuevas lecturas no son apreciaciones individuales, ni pertenecen a miradas sesgadas. Estas nuevas maneras de mirar y entender el territorio están directamente ligadas con los cambios en las formas de producción, organización del consumo y movilidad de capitales, personas y bienes, están afectando de manera profunda el carácter de las ciudades. Lo global y lo local se encuentran conectados de manera inimaginable en las sociedades tradicionales, el salto en las tecnologías de comunicación y la estrecha interrelación de los mercados genera que acontecimientos en centros de decisión lejanos afecten rutinariamente a las vidas de millones de personas. Como resultado de la nueva economía basada en la información y el conocimiento la expresión contemporánea de la condición urbana asume una multiplicidad de configuraciones espaciales, tanto en escala geográfica como en cualidad, en abierta ruptura con las configuraciones tradicionales.
Los modelos económicos, sociales y culturales, se han visto profundamente transformados por la eclosión tecnológica de las últimas dos décadas, con su origen en los años 60. Y es que lejos de ser una eclosión tecnológica al uso, la esencia de lo que comúnmente llamamos tecnologías de la información, ha trastocado los modelos de comportamiento tradicional. Esta es la fuerza de la tecnología. No solamente se ha ampliado el ámbito de lo posible, sino que ha transformado a todos los niveles de la existencia humana, la manera como nos relacionamos entre nosotros, entre nosotros y los objetos y según dicen, entre los objetos mismos, en un futuro que cada día es más presente.
En esencia, siguiendo el texto de Ezquiaga, la representación de la ciudad tradicional se basaba en la idea de límite, fuera éste la demarcación física entre la ciudad y la no ciudad materializada en puertas, murallas o bulevares, o bien la demarcación más ideal entre el universo artificial ordenado y el mundo de lo orgánico y natural. La metrópolis contemporánea al superar toda la idea de límite inaugura la era de la des-territorialización. La experiencia del ambiente solo puede ser aprehendida fragmentariamente, a través de los espacios segmentados en que se desenvuelve la secuencia de gestos cotidiana o mediante la figuración abstracta, el mapping.
¿Es imposible por tanto conocer en términos de totalidad un territorio? Creo que podemos conocer un territorio en un instante dado, pero la complejidad que se da en él lo convierte en un ente dinámico, en constante capacidad de transformación. Por tanto podemos conocer, asumiendo que volveremos a desconocer.
Ahora bien, ¿es posible que un solo agente, el urbanista o el arquitecto lleguen a esa totalidad por sí mismos? Eso si que no es posible. La contemporaneidad, formalizada en una tupida estructura en red, requiere igualmente de una proceso colaborativo en red para su entendimiento. Hoy día pensar que el arquitecto es capaz de comprender el territorio sin la necesaria convergencia de otras miradas es suicida. Por eso el arquitecto debe estar acompañado de sociólogos, ingenieros, economistas, geógrafos, paisajistas y un largo etcétera de perfiles, miradas y conocimientos acumulados. Solamente así el mapping es mínimamente creíble.
En definitiva, la idea de emergencia viene a decir que no estamos en el momento de las respuestas, sino más bien en el de las preguntas pertinentes. Y comprender además, que seguramente serán preguntas con múltiples respuestas, todas ellas válidas a la vez.
La imagen del post se puede encontrar en https://sites.google.com/site/emerginggeographies/
*José María Ezquiaga es Doctor Arquitecto, Sociólogo y premio nacional de urbanismo 2005
[1]Una parte del texto se puede encontrar aquí: http://www.uimp.es/agenda-link.html?id_actividad=6269&anyaca=2014-15