Autopoiesis
La Autopoiesis, palabra de origen griego αυτο, auto, sí mismo, y ποιησις, poiesis, creación o producción, significa la capacidad que tiene un sistema para organizarse de tal manera que puede producirse a sí mismo.
En palabras del biólogo y epistemólogo chileno Humberto Maturana y del también chileno, el biólogo y filósofo Francisco Varela, los sistemas autoproducidos, una célula, un organismo, la conciencia o psique, una corporación etc., constan de una red de procesos u operaciones, que pueden transformar o destruir componentes pero en los que el mismo sistema opera su identidad como contradistinta al entorno y la mantiene a través de esa retícula de procesos de interacción entre sus elementos.[1]
La idea de Autopoiesis remite directamente a la organización de lo vivo y también al origen de la vida, como el concepto de los hiperciclos catalíticos, pero en vez de ser estudiado desde un punto de vista químico, es estudiado desde un punto de vista biológico atendiendo al modelo organizativo del sistema de producción, o autoproducción. La pregunta a la que da respuesta la autopoiesis es ¿Qué se origina, y se conserva hasta ahora, cuándo se originan los seres vivos en la Tierra? [2]
Sin duda la Autopoiesis asume que la vida no tiene sentido fuera de sí misma, es decir, es el resultado de una dinámica no propositiva.
En un sistema Autopoiético una célula, por ejemplo, es una fábrica bioquímica que trabaja con reglas y pautas internas, los programas biogenéticos, para reproducir duraderamente su propia configuración.
En general, la Autopoiesis designa pues la forma en que los sistemas conservan su identidad gracias a operaciones internas en que auto-reproducen sus propios componentes.
Estos sistemas, abiertos al intercambio de materia y energía, a la vez son sistemas que se mantienen cerrados operativamente, y es precisamente esta característica lo que los distingue del entorno. La autonomía operativa de estos es debida al programa interno que condiciona el modo en que un sistema reacciona a los estímulos del exterior mediante unos receptores internos propios.
Las condiciones cambiantes del entorno son percibidos por dichos receptores a modo de irritaciones a los que el sistema responde según unas pautas de comportamiento o instrucciones. Por tanto en la teoría de la Autopoiesis los cambios de comportamiento de un sistema o una célula por ejemplo, no surgen directamente de los impulsos exteriores sino de la percepción interna que estos cambios provocan en los receptores internos y por tanto el entorno es percibido por el sistema solamente a partir de parámetros propios.
En otras palabras así pues, pensando que la autonomía de los seres vivos era la expresión indirecta de la concatenación de procesos que los definía, comencé a hablar de ellos como sistemas autorreferidos, como sistemas en los que su operar sólo tiene sentido con respecto a sí mismos, y los diferencié de ese modo de los sistemas que producimos los seres humanos, los que por diseño tienen sentido sólo en relación a un producto o algo distinto de ellos, y a los que por eso llamé sistemas aloreferidos.[3]
Sin embargo, más que la simple lógica operativa de una célula, la Autopoiesis consiste en una dinámica de realización de una red de transformaciones y de producciones moleculares tal, que todas las moléculas producidas y transformadas en la manera de operar de esa red, forman parte de la red, de forma y manera que sus interacciones generan la red de producciones y de transformaciones que las produjo o transformó, dan origen a los límites y a la extensión de la red como parte de su lógica operativa de forma que ésta queda dinámicamente cerrada sobre sí misma y configuran un flujo molecular que al incorporarse a la dinámica de la red pasan a formar parte de las partes o componentes de ella misma, y en el mismo momento que dejan de participar en la dinámica de esa red, dejan de ser componentes y pasan a ser parte del medio.
En definitiva, la Autopoiesis determina que un ser vivo no es un conjunto de moléculas, sino que es una dinámica molecular, un proceso que ocurre como unidad discreta y singular como resultado de la operativa de las distintas moléculas que componen una red.[4]
Maturana y Varela desarrollaron una biología del conocimiento que parte de la constatación empírica de la imposibilidad de distinguir, en la experiencia, entre ilusión y percepción. Dada esta condición, carece de fundamento pretender apoyarse en el objeto externo como factor de validación del conocimiento científico, por lo que Maturana llega a decir muchos años después que: las explicaciones científicas no explican el mundo independiente, explican la experiencia del observador.[5]
Una lectura que excede de la interpretación estrictamente biológica de Maturana y Varela es el concepto de sistema Autopoiético, del sociólogo Niklas Luhmann, que puede tener una interpretación interesante aquí.
De hecho la obra del Luhmann consiste en una súper-teoría, con pretensiones de universalidad, aplicable a todo fenómeno social. Esta pretensión de universalidad acepta incluso otras teorías provenientes de la ciencia u otras disciplinas. Es más la teoría de sistemas de Niklas Luhmann se ha construido en un diálogo constante con diferentes esfuerzos conceptualizadores provenientes de la filosofía, la sociología, la lógica formal, el derecho, la teología, la biología, la física etc.[6] En el intercambio entre estas diferentes disciplinas se desarrolló un marco conceptual que manteniendo un hilo central que guía su investigación hasta su estado definitivo, incorpora elementos de diversas procedencias, entre ellas la Autopoiesis de Varela y Maturana que Luhmann transforma.
Para Luhmann la autopoiesis es entendida como una capacidad universal que tiene todo sistema para producir estados propios totalmente diferenciados, que son su estabilidad, los que crean la estructura interna de un sistema –no obstante Luhman escribió en 1964 la primera obra dedicada a analizar los problemas sociológicos a partir del uso de la teoría de sistemas en Funktionen und Folgen formaler Organisation.[7]
Es sus estudios acerca de las posibilidades ofrecidas por la teoría de sistemas, Luhmann pronto encontró que las investigaciones relacionadas con el paradigma de la autorreferencia contenían elementos que podrían ser de utilidad en la comprensión de los sistemas sociales.
El trabajo del cibernético Heinz von Foerster referidos a la autoorganización es incluido muy temprano entre los instrumentos de la teoría luhmanniana.[8] Es más, ya en sus primeras obras[9] Luhmann esbozaba de forma programática las ideas referidas a la teoría de los sistemas, la autorreferencia y la autoorganización, si bien no es hasta 1982 que publica Autopoiesis, Handlung und Kommunikative Verständigung,[10] trabajo en el que hace uso por primera vez del concepto de Autopoiesis acuñado por Maturana dos décadas atrás.
Luhmann sostiene que si bien un sistema autónomo viene determinado por sus propios parámetros internos, este puede también en términos cognitivos obtener una imagen autogenerada, también internamente, del mundo exterior. La diferencia entre las imágenes según se trate del mundo interior y el mundo exterior sirve de punto de partida para establecer otros procesos de diferenciación.
La aportación de Luhmann consiste en considerar que es el nivel cognitivo el punto de referencia de los sistemas autopoiéticos, en vez del nivel físico, entendiendo por cognitivo un concepto lo más amplio posible y por tanto como una capacidad que incluso puede llegar a nivel celular, no solamente a nivel mental humano.
Sin lugar a dudas la influencia de los conceptos de Maturana y Varela en la sociología a través de las investigaciones de Luhmann es considerable. El prestigio intelectual de Luhmann, su conocida capacidad innovadora y la gran complejidad atribuida a su pensamiento hicieron posible que la sociología alemana primero y la internacional después terminaran por aceptar que la Autopoiesis y sus conceptos relacionados fueran considerados como pertenecientes al bagaje de la disciplina.
La sociología, según Luhmann, se encontraba estancada, acumulando datos y volviendo una y otra vez a los clásicos en busca de interpretaciones y reinterpretaciones.[11] Luhmann desarrolla todo su trabajo a partir de la teoría de sistemas como ya hemos dicho antes pero poniendo especial atención en la biología y en los mencionados Maturana y Varela, en la cibernética de segundo orden de Heinz von Foerster y en la lógica formal de Spencer-Brown.
Es decir la sociología al igual que la arquitectura en esos años, la década de los sesenta y principios de los setenta, se encuentra en un momento de cambio de paradigma, de transformación profunda de sus conceptos básicos y de la manera de encarar la disciplina. En este cambio de paradigma intervienen las ciencias de la complejidad en mayor o menor medida, pero sobre todo interviene una necesidad vital de la sociedad de esos momentos, en plena necesidad de estructurar un profundo proceso de transformación.
Según Darío Rodríguez y Javier Torres acerca del papel de Luhmann en el cambio de paradigma de la sociología:
Con todo ello se podría generar un indispensable cambio de paradigma que hiciera posible dotar de nuevos esquemas interpretativos a la teoría sociológica. En otras palabras, del mismo modo en que los clásicos de la sociología construyeron un marco conceptual adecuado para entender la sociedad de su época, la complejidad de la sociedad contemporánea requiere la elaboración de una red de conceptos suficientemente compleja como para dar cuenta de la enorme complejidad de su objeto de estudio. La ciencia de la sociedad, en sus diversas disciplinas estaba desarrollando nuevos marcos interpretativos para explicar el inmenso caudal de datos que año tras año se acumulaba. En diversas disciplinas se estaba produciendo un cambio de paradigma que es lo que Luhmann propone para la sociología.[12]
Justamente este blog anda buscando también los orígenes de un cambio de paradigma en la arquitectura basados en el concepto indisociable de sociedad, cultura y complejidad y no puedo más que suscribir estas palabras como una de las causas que impulsan este cambio: la complejidad de la sociedad contemporánea.
En la imagen, la obra de Yuriko Yamaguchi de título Autopoiesis. Resina moldeada a mano y cable de acero. 2012. Más información en http://yurikoyamaguchiart.com/public-art/yamaguchi-autopoiesis-2012-2-3/#main
[1] MATURANA, Humberto, VARELA, Francisco, De Máquinas y Seres Vivos, Universitaria Santiago de Chile, 1973, p. 79. Es interesante que la edición en inglés de 1980, editada por Kluwer Academic Publishing Group contiene un prefacio del cibernético Stafford Beer
[2] Op. Cit., MATURANA y VARELA, Prefacio a la segunda edición, 1994, p. 10.
[3] Ibídem, p. 14.
[4] Ibídem, p. 15.
[5] MATURANA, Humberto, “Fundamentos Biológicos del Conocimiento”. In: La realidad ¿objetiva o construida?, Anthropos, Universidad Iberoamericana, México, 1996, p. 19.
[6] RODRIGUEZ, Darío, TORRES, Javier, “Autopoiesis, la unidad de una diferencia: Luhmann y Maturana”, Sociologías núm. 9, año 5, Porto Alegre, Junio, 2003, p. 108.
[7] LUHMANN, Niklas, Funktionen und Folgen formaler Organisation, Duncker & Humblot, Berlín, 1964.
[8] Op. Cit., RODRIGUEZ y TORRES, p. 110.
[9] LUHMANN, Niklas, “Funktion und Kausalität”, Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie núm. 14, 1962, pp. 617-644.
[10] LUHMANN, Niklas, “Autopoiesis, Handlung und Kommunikative Verständigung”, Zeitschrift für Soziologie núm. 11, 1982, pp. 366-379.
[11] LUHMANN, Niklas, “Neuere Entwicklungen in der Systemtheorie”, Merkur, núm. 4, 1988, p. 292.
[12] Op. Cit., RODRIGUEZ y TORRES, p. 135.
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