¿Por qué la Geografía importa… y la Arquitectura, también?

¿Por qué la Geografía importa… y la Arquitectura, también?

Leo y transcribo: La geografía importa porque en primer lugar está la relación entre lo social y lo espacial: entre la sociedad y los procesos sociales, por un lado, y entre el hecho y la forma de la organización espacial de ambos, por otro lado.[1]

Primera idea destilada que deberíamos suscribir urbanistas y arquitectos. Parece increíble que a día de hoy una idea-fuerza tan básica, no esté asumida como principio rector, como core de la materia del hecho de proyectar arquitectura y de hacer ciudad.

Es decir, toda relación social, determina una forma espacial y viceversa, toda estructura espacial, induce la construcción de un armazón social determinado.

Sigo: Está la relación entre lo social y lo natural, entre la sociedad y el medio ambiente.

Somos una especie humana más del planeta tierra, somos también naturalezas, en plural. Eso sí, una especie capaz de combinar procesos complejos para desarrollar herramientas enormemente sofisticadas. Quizás la más sofisticada de todas sea la ciudad. Hablar de la relación entre lo social y lo natural es también hablar del hecho urbano.

Aún más: En tercer lugar, existe una preocupación, que la geografía comparte en particular con la historia, por la relación que hay entre diferentes elementos.

Aquí se introduce un factor clave, la idea de tiempo. Ya sea tiempo pasado, que irremediablemente incorpora todo tiempo futuro, ya sea tiempo arqueológico, en el sentido del estudio de la huella de la historia, para re-contextualizar a partir de las relaciones del pasado, bajo una óptica del presente, toda idea de futuro.

Si volvemos a leer esta parte del texto transcrito de Introduction: Geography Matters, de la geógrafa Doreen Massey sustituyendo la palabra geografía por arquitectura, ¿Cuál es la diferencia?

Podríamos perfectamente argumentar que en términos contemporáneos el papel de la arquitectura es relacionar lo social y lo espacial, lo social y lo natural y por último relacionar lo espacial y lo temporal, en la forma de una estructura espacial que solemos llamar edificio, barrio o ciudad.

Es bien curioso como de repente la arquitectura y la geografía quedan íntimamente ligadas. De hecho, parece incluso que hablen exactamente de lo mismo.

Y si seguimos con el texto: la preocupación de la geografía con el lugar, con el por que diferentes localidades tienden a ser lo que son, la ha llevado a menudo al estudio de cómo pueden encajar juntos diferentes elementos en espacios particulares para formar el complejo mosaico que es la geografía de la sociedad.

Seguimos hermanados. La geografía, o mejor dicho, la manera que tiene la influyente geógrafa de entender la geografía incide directamente sobre la manera en como la sociedad queda encajada en lógicas espaciales. En realidad lo que vemos, o intuimos, es que la autora concede una especial importancia a la manera de conceptualizar adecuadamente el espacio y el lugar, para poder entender, interpretar y transformar el mundo. Más en la base de la idea todavía, estirando del hilo, parece que el punto central de la reflexión gira alrededor del compromiso político del análisis geográfico.

En palabras más contundentes, por diáfanas, lo que reivindica la geografía contemporánea es la gran importancia de las relaciones entre lugar, espacio y naturaleza, pivotando todo ello alrededor del individuo o del conjunto de individuos que llamamos sociedad. Este y no otro, es el punto de encuentro central entre la geografía y la arquitectura.

Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre ambas disciplinas?

Vayamos a un texto con un título muy similar al de Massey, Por qué importa la arquitectura de Paul Golderberg.[2]

Transcribo: La arquitectura empieza a importar cuando hace algo más que protegernos de los elementos, cuando empieza a decir algo acerca del mundo.

Es decir, la arquitectura importa porque es capaz de construir un relato, cuando asume su condición de nexo común en la relación entre las personas, o entre las personas y la realidad física que solemos llamar ciudad. De hecho, la arquitectura importa, interpretando a Goldberger, cuando es capaz de provocar estados de ánimo, reacciones emocionales, donde el espacio y los individuos que lo habitan, fraguan una relación que se comparte y que afecta irremediablemente a nuestra manera de mirar la realidad.

En síntesis la arquitectura, los edificios, el conjunto alambicado de llenos y vacios que constituye una ciudad  importan, porque representan ideales sociales, son declaraciones políticas; y constituyen iconos culturales. Son actores fundamentales del entramado económico y suponen una photofinish del desarrollo tecnológico de una sociedad y una época determinados, añadiría. Vamos, que la arquitectura importa porque tiene la capacidad de significar, es decir, de dar un significado especifico y establecer relaciones a consideraciones del ámbito de lo social, lo político, lo cultura, lo económico y lo tecnológico. Para resumir, la arquitectura es seguramente el mejor símbolo físico de la idea de comunidad.

Y todo ello, viene a decir Goldberger, gracias, o mediante, una reacción emocional, una interacción entre sujetos rodeados de arquitectura, o entre un sujeto y un espacio dado. Para el autor, hacer arquitectura es algo estrechamente ligado a la conciencia de que los edificios infunden en nosotros reacciones emocionales. Los edificios nos pueden hacer sentir y también nos pueden hacer pensar. En este punto, tanto la geografía como la arquitectura parecen compartir un sustrato común.

¿Y el tiempo? ¿Acaso, como también apuntaba Doreen Massey, el vector tiempo no es de vital importancia en la realidad física que llamamos arquitectura? Evidentemente sí. Goldberger argumenta: los edificios  también constituyen una prueba del poder de la memoria. ¿Quién no ha regresado después de muchos años a una casa, un colegio, un hotel o algún otro lugar en el que ocurrieron hechos significativos de su vida, y se ha encontrado con que los edificios desataban una sensación de pasado demasiado intensa como para pasarla por alto?

Cierto, recientemente asistí a la visita de un colegio, una obra extraordinaria de un conocido despacho de la ciudad, acompañado por una arquitecta de enorme talento que cursó sus estudios en esos mismos espacios. La reacción que tuvo la arquitecta al volver a ese espacio fue de tal calibre, que empezó a comprender, o acaso a relacionar, en un ejercicio de memoria revenida, su estima por los materiales genuinos, la crudeza de las texturas de los materiales poco manipulados, su interés por la falta de aditivos y ornamentos, la falta de aprecio por la voluntad esteticista de esconder las instalaciones en la arquitectura que le interesa proyectar, y un largo etcétera de relaciones entre los intereses profesionales propios y los espacios en los que durante muchos años estuvo conviviendo. Es decir la arquitectura importa, porque es capaz de construir la memoria, tanto la personal como la colectiva, tanto la individual como la propia de una comunidad. O en palabras de Vincent Scully, claramente más poéticas, la arquitectura es una conversación entre generaciones desarrollada a lo largo del tiempo.

Podríamos hacer el ejercicio inverso. Sustituyamos la palabra arquitectura por geografía, y todos los geógrafos contemporáneos, o al menos una parte de ellos, se sentirán profundamente identificados.

Pero entonces, repito, ¿Cuál es la diferencia entre geografía y arquitectura?.

Parece claro hasta ahora que la gran diferencia no radica en las bases intelectuales operativa de cada disciplina, que ambas lógicas tienden hacia una omnicomprensión de las relaciones entre individuos y su espacio circundante, ya sea este urbano o natural. La diferencia quizás estriba en que mientras la geografía es esencialmente analítica, la arquitectura es básicamente proyectual. Es decir, la geografía no se dedica a imaginar el mundo, sino que analiza sus complejas relaciones espacio/sociales. Mientras la arquitectura en realidad, debería tomar el modelo de comportamiento geográfico, y lanzarlo hacia un conjunto de escenarios posibles que acaban traducidos en edificios y ciudades específicos mediante lo que solemos llamar proyecto.

Lo que se defiende aquí en definitiva es que el maridaje entre la disciplina de la geografía y la disciplina de la arquitectura, es fundamental. La necesaria interescalaridad de un proyecto de arquitectura, el rol metropolitano, de lo urbano/arquitectónico, no es posible sin una visión geográfica del entramado social sobre el que se actúa. Y también viceversa, no puede entenderse en profundidad el modelo de relaciones y comportamientos de un grupo social específico, sin comprender la capacidad de la arquitectura de aglomerar emociones, relaciones y estrategias con y para un lugar especifico.

Es por ello que hoy necesitamos más geografía y más arquitectura que nunca.

*La imagen del post es parte del proyecto The Geotaggers’ World Atlas de Eric Fischer, en el que mapifica los puntos en que las fueron tomadas fotografías realizadas por turistas y locales, componiendo una nueva geografía, en este caso de la ciudad de Barcelona.


[1] MASSEY, Doreen, Un Sentido Global del Lugar, Ed. Icaria, Barcelona, 2012

[2] GOLDBERGER, Paul, Why Architecture Matters, Yale University Press, New Haven, 2009

Comments
2 Responses to “¿Por qué la Geografía importa… y la Arquitectura, también?”
  1. Interesante entrada Miquel.
    Justo ahora preparamos un post en el que nos preguntamos por qué el análisis arquitectónico convencional (y por extensión la educación y practica profesional) dispone de pocos términos para describir organizaciones espaciales con partes dinámicas, cambio diferencial o componentes temporales. Rara vez definimos los proyectos y por extensión los sitios de implantación de manera que permitan la exploración de formas de organización en red.

    La mezcla disciplinar entre geografía y arquitectura que apuntas (y a otras disciplinas habituadas a tratar con fenómenos complejos como la biología) es una sugerente vía a explorar.

  2. Cesar: creo que toca un proceso de hibridación disciplinar que saque la arquitectura y la reflexión urbana de su ensimismamiento. En realidad creo que nunca deberíamos haber cerrado tanto nuestros campos disciplinares. Es hora de recuperar terreno basado en el diálogo y el aprendizaje mutuo. Yo se que vosotros lo haceis. Nosotros también. Sumemos!!!

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