Acomodar, Ajustar, Adaptar
Es difícil ponernos de acuerdo en muchos temas relacionados con la arquitectura y el urbanismo. Solamente hace falta ver la variopinta producción urbana y arquitectónica de los últimos cinco años para darnos cuenta de ello.
Resulta que en un momento especialmente específico, donde una parte sustancial de mundo, y más concretamente, en la mayor parte de lo que denominamos el mundo occidental, se ha entrado en una fase de crisis económica, que ha destapado una aún más profunda crisis de valores e ideas, las respuestas son por lo menos susceptibles de clasificarse como dispares.
No obstante Foucault ya había destacado en 1978, que la critica está por naturaleza condenada a la dispersión, la dependencia y la pura heteronomía, y sus formas contemporáneas enfatizan esas condiciones de tal modo que es necesaria una reflexión consciente y un vocabulario renovado.
En otras palabras, resulta que ante una constricción de partida tan importante como la económica a la hora de pensar los proyectos de arquitectura, en vez de converger en ciertas soluciones conceptuales, formales y/o tecnológicas, parece que nos dirigimos a una heterogeneidad aún más acusada de propuestas.
Es decir, aun teniendo menor margen creativo ligado al menor margen presupuestario, la arquitectura se revuelve aportando propuestas más y más deslavazadas, hasta tal punto que podríamos pensar que vivimos en una especie de desorientación permanente.
Expresado de una manera más contundente, el historiador de la arquitectura Miles Glendinning lo reflexiona en Architecture’s Evil Empire diciendo,[1] mientras en épocas anteriores la arquitectura era como el texto continuo de un libro, con pasajes en primer plano y pasajes en el plano del fondo, dándose soporte mutuamente, hoy la cultura arquitectónica se ha fragmentado en un laberinto de citas deslabazadas, algunas individualmente memorables pero colectivamente desorientadas… Algo se debería hacer para juntar de nuevo las piezas, pero ¿qué?
Vamos, que está claro que ni tan siquiera la crisis más galopante de la era moderna es capaz de provocar una respuesta razonablemente unificada de lo que la arquitectura debería ser, o haciendo un zoom out más abierto, de lo que la ciudad debería ser capaz de promover como lugar de vida y de encuentro.
Obviamente, aquí no vale caer en las generalidades, en abstracciones de nombres comunes rimbombantes, pero llenos de conceptos totalmente banalizados, del tipo sostenibilidad, por poner el ejemplo más raído.
Ante esta constatación, que de hecho es lo único en lo que seguramente nos podríamos poner todos de acuerdo, hay algunas propuestas que sin ser especialmente conservadoras en su formulación, procuran situar las preguntas clave, formular y centrar los discursos en lo realmente esencial y que dado el enjambre superpuesto de información en el que vivimos, esas propuestas se convierten en verdaderos oasis para meditar en y sobre ellos.
Es más, igual sería el momento de asumir que si es verdad que realmente estamos profundamente despistados hasta tal punto que no sabemos ya por donde avanzar de otra forma que no sea de manera individualizada y específica, quizás ha llegado el momento de preguntarnos donde ponemos en valor ciertas preguntas y nos olvidamos por un momento de las respuestas.
Algo de eso creo que hace en el libro fit [2] de el que fue dean de Princeton University durante un buen puñado de años, Robert Geddes.
En el libro, poco más de 120 páginas de sentido común, ante esa disparidad que anotábamos antes, Geddes se posiciona afirmando que en esencia, los edificios, los paisajes y las ciudades deben ser diseñadas para acomodar. Acomodar un propósito, ajustarse a un lugar y adaptarse a las posibilidades que depara un futuro, por lo menos incierto.
Acomodar, ajustar y adaptar, son acepciones al verbo to fit, que da nombre al libro y al concepto de base del mismo.
Fit, según Geddes, tiene la ambición de reemplazar antiguos paradigmas como son, que la forma sigue a la función, o el también archiconocido menos es más, reconociendo que la relación entre la arquitectura, entendida como un genérico que engloba lo urbano, lo paisajístico y lo propiamente arquitectónico, y la sociedad establecen un verdadero diálogo, dinámico, complejo y que llevado con conocimiento e inteligencia, es capaz de generar un abundante retorno.
La idea de fit es proponer una manera de entender la arquitectura tal como la experimentamos. ¿porqué proponemos diseñar allí donde trabajamos y vivimos? ¿porqué no vivimos simplemente en la naturaleza o el caos? ¿porqué la sociedad tiene en cuenta la arquitectura? ¿porqué la arquitectura importa?, recordando así el título Why Architecture Matters de Paul Golderberg reseñado en un post anterior en este blog ¿Por qué la Geografía importa… y la Arquitectura, también?
Como vemos, Geddes no hace preguntas especialmente rebuscadas o pretendidamente intelectualizadas, más bien busca con aparente inocencia un rango de preguntas fácilmente reconocibles, simples de proponer y tremendamente complejas de responder.
Sin embargo, sin perder una cierta levedad estilística en el lenguaje pero en absoluto exenta de profundidad conceptual, el autor es capaz de fijar varias sentencias interesantes; El origen de la arquitectura es la naturaleza, la tarea de la arquitectura es la función y la expresión y finalmente, el legado de la arquitectura es tanto la forma física como la forma social.
Creo que la lectura es brillante y necesaria. Alejada de lenguajes barrocos o pretenciosamente sociales, diría que sociologizados, si no fuera un palabro imposible. Pido disculpas.
Además Geddes, nos ofrece una lectura no exenta de profundidad, a medio camino del empirismo y el pragmatismo, cerca igualmente de la condición estética y la reflexión sobre la necesidad imperativa de la belleza.
Se podría argumentar que es un libro de lectura destinada a un público joven, inexperto o poco versado en los abismos borrosos del cuerpo calloso de la teoría de la arquitectura.
Yo no lo creo.
Todo lo contrario, fit es un libro que permite acomodar ideas, ajustar conceptos y adaptar principios. Y eso no es solamente algo muy respetable, sino, sobre todo, algo muy complejo y sofisticado de conseguir.
En la imagen WE, 2008, acero pintado, obra de Jaume Plensa intalada en Praga, Republica Checa.
[1] GLENDINNING, Miles, Architecture’s Evil Empire, Reaktion Books, Londres, 2010
[2] GEDDES, Robert, Fit, an architect’s manifesto, Princeton University Press, New Jersey, 2013
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